Noting the Throat/La garganta, anotada
Thinking through speech and power with artist Allison Bolah and writer Zahra Patterson: how the legacy of colonization shapes how mouths form consonants and vowels, and how Diasporic Black artists activate polymorphic uses of language
En 1517 el P. Bartolomé de las Casas tuvo mucha lástima de los indios que se extenuaban en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas, y propuso al emperador Carlos V la importación de negros que se extenuaran en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas. A esa curiosa variación de un filántropo debemos infinitos hechos…
Jorge Luis Borges
El tema en cuestión no es el lenguaje del joven negro, ya que no es su lenguaje que se detesta: Es su experiencia.
James Baldwin
Este ensayo atenta denotar ejemplos del arte visual y la literatura que toman como sujeto las maneras en que los negros hablan, igual que la manera en que los negros tienen que hablar. Analiza las obras de dos artistas afroamericanas: Una examina la formación de su propio acento, y la otra examina las problemáticas de la morfología.
La esencialización del lenguaje conlleva algo absurdo: Su corrección excesiva. Pregúntese (como lector inquisitivo) porque desde temprana edad somos corregidos ortográficamente. Como todo estudiante estelar, desde niño me mantuve atento a un cierto tipo de sadismo elusivo que existía entre las correcciones gramáticas. Esta inculpación carga con ella un archivo de relaciones—La del padre al hijo, profesor a pupila, joven a joven, etc.
Como artista, Allison Bolah se entrega a diferentes nociones de la comunidad y sus estéticas. La instalación audiovisual No Accident (Ningún accidente) nos camina en orden alfabético por pronunciaciones “propias” de palabras inglesas comunes. Como ejercicios irónicos en los tipos de cursos para la reducción del tartamudeo o acento, Bolah no le permite al espectador que su marco visual se enfoque en algo fuera de los labios. Nos queda observar varios movimientos orales comunes en el Ingles Norteamericano: El redondeo de la O, El pico y valle de la U, la K aguda de cat, etc. La serie de asociaciones verbales forma una cierta poesía excéntrica, una que subraya el elemento absurdista en el ejercicio.
Examinando las raíces de clase media que produjeron el acento de Bolah, No Accident discute las circunstancias (tan) anglosajonas bajo las que los acentos negros de su región se forman:
…El acento norteamericano ‘neutro’ es apreciado por las puertas que puede abrir o desdeñado por su aparente alianza a la blancura anglosajona. El acento como marcador o desafío a la ‘negritud’ sigue siendo una dimensión significativa de mi experiencia en todos los espacios que encuentro donde la raza me entorna. De niña, se me reprendía por adoptar el acento caribeño de mis padres y se me obligaba a repetir las Ts como ‘tujh’, y otros sonidos con precisión.14
En Norteamérica, y especialmente en los dos países anglosajones, ser parte de la clase media es comprendido como un logro personal más que como una posición socioeconómica. Debido a su presumida virtud, se le otorga un prestigio en la retórica democrática estadounidense. En realidad, el concepto original de la clase media tiene su origen en las ‘clases medias’ europeas que se formaron y solidificaron en el periodo de la revolución industrial. La educación publica de estos países (por no decir sus imperios) fue formada en relación con la mecanización y el consumo masivo. Por ende, estas escuelas públicas se formaron en parte para facilitar las burocracias crecientes, ya sean privadas o públicas. La ironía es que este proceso de carrera mecánico es entendido como el camino “legitimo” a la clase media.
En este contexto llega a ser sumamente importante subrayar el entendimiento de la clase en polémicas generales sobre el idioma. “Desde mi plano de vista—“explica Bolah sobre su proyecto “la comunicación, y por ende cada lenguaje artístico, es vinculado con la comunidad y su contexto15; La creación y lectura de cualquier pieza de arte depende de ambos.” Elabora que “Identificarse con una comunidad en particular es conscientemente acoplarse a las políticas entre el individuo y la comunidad.”
En la literatura estadounidense la clase y su vocabulario no son sujetos generalmente enfatizados.16 Fuera de las novelas de F. Scott Fitzgerald y Donna Tartt17, la imaginación popular generalmente no toca el rol de la sintaxis en la vida común. Conviene dado a que mucha de la populación blanca americana desciende de una clase obrera migrante irlandés, alemana, Nórdica, o italiana con orígenes entre los 1800s y los 1920, y que el acceso a la educación universitaria en los EE. UU. no se le extendió a ese demográfico hasta después de la segunda guerra mundial. En contraste a esto, el sujeto de voz aparecé en multitudes en los discursos y las polémicas de la literatura afroamericana. Bolah por sí misma puede enchufarse directamente a las narrativas de los artistas y escritores Toni Morrison, Lorna Simpson, Glenn Ligon, y el filósofo Kwan Anthony Appiah. Al mismo tiempo, puede clarificar sus diferencias estéticas en este contexto:
Llego a pensar sobre mí misma como Negra ‘diasporita,’ perteneciendo a varias comunidades en la diáspora africana, pero particularmente las diásporas del Caribe, las Américas, y el Reino Unido…Extrayendo, excluyendo, anotando, y alterando las narrativas de estos lugares y experiencias reflejo sobre la influencia de ellos en las vidas de estas comunidades. He llegado a imaginar mi propio trabajo como actos cívicos de mis comunidades.18
Revisiones del entendimiento de la raza vis a vis la historia tiene relevancia en el Caribe, donde la economía de la hacienda es reinventada cada siglo.19 Inicio clarificando que mi experiencia de la raza y la clase son particulares a mí y el contexto en el que las entiendo, y mi interés no cae en plasmar mis complejos sobre un país como Venezuela, mucho menos un continente entero. Pero si tuviera una conciencia diría que cuando se llega a asesorar el tema de la raza20 nosotros como Latinoamericanos21 podemos presentar un complejo similar (pero no igual) al de los norteamericanos.22 Nuestro entendimiento de la relación entre clase, raza, y lengua fueron formados en los mismos periodos históricos. Aunque los norteamericanos, y especialmente los estadounidenses parecen estar obsesionados con la raza, ha sido mi experiencia personal en los EE. UU. que existen ciertas razones sumamente importantes por las que los afroamericanos tienen que enfatizar su legado cultural. El énfasis cae en la imagen: El haber heredado una repudiación de nuestras propias estéticas negras.
Bajo esta lupa, admiro ciertas nociones del panafricanismo. El movimiento cultural que tomo rol prominente en círculos intelectuales en los sesenta demuestra que hay proyectos interesados en engranarse con el continente africano sin hacer un fetiche de él.23 Chronology (Cronología), escrito por Zahra Patterson, es precisamente esa clase de proyecto literario.
Inspirada en parte por Dictée, otro libro metamórfico cuyo estilo incorpora el Frances, Ingles, y coreano, Patterson utiliza lo personal (su amistad con la escritora Lesoto Liepollo Ratenkoa) para poder explorar las políticas de la lengua sesotho y sus varias formas de traducción en el siglo XX y el presente. No es solo un análisis moral de la ortografía porque Patterson se entrega al autoanálisis con sus diarios y su correspondencia electrónica personal.
Como su título implica, Chronology desafía el concepto de la secuencia: Comienza con un e-mail del 2011, dirigido de Ratenkoa a Patterson, y viaja de vuelta, en formato epistolar, a la Sudáfrica al fin de los 2000s, y vía biblioteca nos acompaña a principios del siglo XX, para retornarnos al 2013, y hasta fines de los 2010s. La narrativa fragmentada que Patterson presenta refleja en cierta manera al arte de la artista Afroamericana Julie Mehretu, cuyos cuadros no presentan un punto focal del que se pueda contar. La certitud y el sentido del punto exacto que nos gustaría tener como audiencia es ausente.
Para el lector que no conoce mucho sobre el tema, el prefijo pos en el sistema teorético poscolonial implica una teleología, un cierto “dejar atrás” vía el eje del tiempo. Esta implicación de que bajo un especifico punto de vista ideológico podemos sobrepasar nuestros legados históricos como colonias es una de las varias maneras en las que nosotros, como intelectuales, nos separamos de la dinámica que ha formado nuestro mundo.
¿El salir de la colonia? Puede que se pueda, puede que no.
El origen de todos los países que conforman las Américas es un origen colonial, y nosotros como individuos y comunidades étnicas reaccionamos a ese legado. Los gringos, cuyo sentido de superioridad moral son conocidos por la galaxia entera, traen al negocio del progreso social una actitud que pone en duda que de puedan desmantelar las instituciones que varios de ellos insisten querer arrasar. Para escritores como nosotros, las aguas que navegamos para llegar a la tierra del conocimiento tienen un tinte europeo. Esta epistemología, como Patterson demuestra, es muy similar a las maneras que los lingüistas europeos indizaron las lenguas sudafricanas a principios del siglo XX:
Una de las primeras reacciones de los europeos, al ser confrontadospo r un mundo completamente nuevo y fuera de los límites de su experiencia, fue el reorganizarlo de acuerdo con sus preexistentes estructurasc onceptua les. Esto conyevoi mponers us cuadrículasin telectua les sobrel amasa d edetalles q ueles rodea ba. Las fronteraslinguis ticas queformaron fueronerigi das parares tructurar el mundo Africanode una manera más comprensiblepa ra losEuro peos. Unav ez que losexper tos lingüisticosan claron lenguajes, eregiend ofronterasa lrededor de sug ramática y voca bul ario, busc arones tabilizarl osa travésde ltiemp o, rastreando sus raíces históricas.24
Si en sus lógicas nuestros argumentos reflejan un origen europeo, con sus clamores a la universalidad, ¿puede ser que también estemos replicando el grito? Como el kabala, la teoría poscolonial tiene varios anexos que son convenientemente difíciles de traducirle a una audiencia popular. In el juego de justificar nuestra existencia, terminamos reproduciendo lo suficiente de la colonia para mantener la duda interna: ¿Puede que la manera en la que hablo no sea real?
Cuando reflexiono, la acción que yo he llegado a considerar más defendible (la de Bolah y Patterson) es interrogar: ¿Cuál es mi función? ¿Cómo son mis valores reflejados en lo que llego a leer? Como San Agustín antes de ella, los momentos que resuenan en Chronology no son teológicos, pero más como actos de confesión. A finales del libro Patterson “conversa” con una de las originadoras de la teoría poscolonial, la educadora Gayatri Spivak. Patterson, en un estado de incertidumbre con su relación al sesotho, un lenguaje que ha estado traduciendo, aunque no conoce, le pregunta a Spivak: “Gayatri ¿me condenas?” y Gayatri le responde a marca de citación: Lo que le resoná a Patterson en “La política en la traducción.” No hace falta decir que Spivak efectivamente la condena.
En los 2010s, Bolah y Patterson reinterpretaron la voz, sus modificaciones, y como todo aquello llega a conectarse a la historia de la negritud en diáspora. Retando a las ideas que se nos son presentadas como realidades absolutas, las dos comunican una inquietud sobre el rol de la historia privada en el estudio lingüistico.
En fin, paren de corregirme la ortografía. Ya lo sé.